lunes, 28 de octubre de 2013

EL DEBATE POR EL MANUAL DIAGNÓSTICO EN PSIQUIATRÍA

Salud24/10/201300:03
El debate por el manual diagnóstico en psiquiatría
Salud mental. En mayo se publicó el manual de clasificación y diagnóstico de los trastornos, llamado DSM-5. A poco de que se presente la versión en español, su análisis continúa.

Tras una década de revisión. El manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales ya está disponible en su versión original. El año que viene se publica en español.
En el ámbito de la psiquiatría, la psicología y las neurociencias, se utiliza como herramienta un manual di agnóstico y estadístico de los trastornos mentales elaborado por la Asociación Americana de Psiquiatría (DSM por su sigla en inglés), cuya quinta edición se publicó en mayo, pero que tendrá una versión en español sobre la que se está trabajando y que llegará a la región en 2014.
La ambición de la Asociación Americana de Psiquiatría con este manual es unificar el lenguaje con el que se comunican los psiquiatras en todo el mundo, pero es precisamente esa pretensión de universalidad lo que cuestionan algunos profesionales del sector fuera y dentro de Estados Unidos, porque –alegan– uno de los riesgos es que no se contemplen matices relacionados con factores culturales. A eso se suma que las revisiones son procesos largos, por lo que la falta de dinamismo (la anterior versión se remonta a hace 20 años y la modificación demandó una década) es otra de las críticas. Sin embargo, la representatividad no es menor, ya que en las denominadas “fuerzas de trabajo” que participaron en la revisión hubo especialistas de distintas partes del mundo y la comunidad involucrada con APA supera los 30.000 profesionales.
Entre las novedades que introdujo el DSM-5 es la modificación de la descripción de las formas de esquizofrenia, el diagnóstico de alzheimer y nuevos métodos para abordar trastornos de personalidad. Asimismo, establece una separación de los trastornos del espectro obsesivo-compulsivos (TOC) y los de estrés postraumático del capítulo de los trastornos de ansiedad, lo que permite, entre otras cosas, aseveran, que ahora los TOC y el estrés postraumático sean evaluados, diagnosticados y tratados, de manera diferente.
Invitado por la institución de Asistencia, docencia e investigación en neurociencias (Adineu), el próximo martes estará en el país y disertará en Buenos Aires Javier Escobar, decano Asociado para Global Health y profesor de Psiquiatría y Medicina Familiar del Robert Wood Johnson Medical School de la RutgersUniversity, psiquiatra de habla hispana que participó en el trabajo de la APA para esta nueva versión del DSM 5.
“¡Necesitamos más discusión!”, respondió sencillamente Escobar ante la observación de que los DSM son discutidos por una parte de la comunidad científica. Consultado por La Voz del Interior , el especialista aclaró que “de acuerdo con el DSM-5, los criterios (para diagnosticar) son iguales, pero se necesita considerar el influjo de elementos de género, culturales y sociales en el diagnóstico del trastorno ”.
Influencias culturales
Por su parte, Miguel Márquez, médico psiquiatra y presidente de Adineu, apuntó que hay algunas influencias culturales, que son atendidas en los DSM, pero que –dijo–, en esencia, la esquizofrenia, el trastorno obsesivo compulsivo, la depresión, el trastorno por estrés postraumático y la bipolaridad, “así como la enorme mayoría de los trastornos mentales, tienen el mismo perfil sintomático en todo el mundo y en todos los tiempos, si nos remitimos a la historia psiquiátrica desde que la conocemos”.
Más allá de las controversias, la validez y utilidad de los manuales de diagnóstico se evalúan cuando son utilizados para lograr la cobertura de tratamientos o se le asigna carácter documental. “Sí. Comúnmente se utilizan estos diagnósticos para declarar incapacidades, aunque se espera en muchas ocasiones que el trastorno mejore y se termine la incapacidad”, apuntó al respecto Escobar.
En tanto, el director de Adineu advirtió que “explícitamente, los sistemas clasificatorios dejan constancias, en sus capítulos introductorios, de las limitaciones y dificultades que supone el uso de estos criterios en el ámbito forense o judicial y en cualquier otro que no sea el clínico”.
Márquez opinó que, en general, quienes rechazan los DSM integran dos grupos: quienes se oponen a que el diagnóstico de los trastornos mentales tengan alguna utilidad y piensan que sólo “rotulan” y “estigmatizan” a los pacientes, y quienes aceptan que el diagnóstico es imprescindible para poder tratarlos racionalmente. “Estos últimos quisieran diagnósticos basados en un conocimiento de las causas que generan las enfermedades o en la teoría que cada uno tiene acerca de la psicopatología. La necesidad del diagnóstico no puede discutirse en el siglo 21, así que el primer grupo no realiza aportes que hoy puedan considerarse”, afirmó, taxativo. Y matizó: “En cambio, se puede coincidir o no con las críticas del segundo grupo, aunque lamentablemente no hay demasiados conocimientos acerca de las reales causas de muchas de las enfermedades mentales. Lo que hacen los DSM (así como las clasificaciones de las enfermedades de la Organización Mundial de la Salud, la CIE10) es evitar la babel que teníamos antes del DSM 3, cuando cada psiquiatra llamaba a las enfermedades de acuerdo con la escuela a la que pertenecía y la ciencia psiquiátrica estaba prácticamente incomunicada”.
La difusión de diagnósticos también tiene como riesgo su banalización: desde interpretaciones hasta chistes basados en síntomas muy característicos de trastornos o síndromes. Ejemplo de ello es el trastorno obsesivo compulsivo (llamado por su sigla sencillamente “TOC”), el alzheimer, la esquizofrenia o las fobias. “Trastorno obsesivo-compulsivo es generalmente severo e incapacitante y requiere síntomas específicos. A veces, se trivializa para etiquetar ciertos comportamientos. Lo mismo ha pasado con muchas otras etiquetas diagnosticas (esquizofrenia, manía, etc.)”, admitió Escobar. “El trastorno obsesivo compulsivo tiene sintomatología dimensional, es decir, hay personas con ciertas manifestaciones de orden o hábitos que, en grados diferentes y con intensidad distinta, también tienen los pacientes obsesivos. Las clasificaciones delimitan claramente los requisitos que deben tener los síntomas para que el paciente pueda recibir un diagnóstico y requerir un tratamiento”, añadió por su parte Márquez.
El nuevo manual diagnóstico y estadístico de trastornos mentales (DSM-5) tiene un sitio de Internet (www.dsm5.org) pensado como un recurso para que la comunidad científica y, en general, todos los interesados (desde médicos hasta compañías de seguros) puedan acceder y consultar sobre los contenidos. Una muestra de que su uso tiene impacto social.
Edición Impresa
El texto original de este artículo fue publicado el 24/10/2013 en nuestra edición impresa. Ingrese a la edición digital para leerlo igual que en el papel


Escobar. Integró la fuerza de tareas para el DSM-5.


Márquez. Director de Adineu.